Fe con olor a cigarro y rimel

- En los rituales a la Santa Muerte, el cigarrillo funciona como ofrenda y como puente. El humo actúa como canal de comunicación, acercando a la Santa, invocándola. Encenderle un cigarrillo es un gesto intimo: se le invita, se le honra, se le habla.

“Las hijas consentidas” surge de la profunda conexión entre muchas mujeres trans en México y la Santa Muerte, una figura religiosa que emerge como símbolo de resistencia, libre de dogmas, reglas y exclusiones
Aunque su culto no es reconocido por ninguna iglesia oficial y por ello es cargada de estigma, la Santa Muerte representa a la muerte misma, pero también a la protección, especialmente en comunidades marginadas y contextos barriales. En esos espacios, su presencia no juzga ni discrimina. Su devoción se convierte en un acto de desafío , en un refugio espiritual, Es ella el final de todxs lxs que la amamos, pero antes de nuestro momento, nos protege.
Para las mujeres trans, esta espiritualidad adquiere un significado único. En un mundo que nos niega derechos, dignidad y, a veces, incluso la vida, la Santa Muerte nos recibe sin condiciones. Sus fieles devotos nos llama con cariño “Las hijas consentidas”, un nombre que refleja el lugar especial que ocupamos en su culto.
En un país atravesado por los transfeminicidios, la devoción a la Santa Muerte es mucho más que fe: es escudo, consuelo y hogar. Un espacio donde podemos existir sin miedo, donde incluso el dolor se transforma en fuerza colectiva.



El proyecto comenzó con el registro de las celebraciones que se realizan cada primero de mes en el santuario de Doña Queta, uno de los altares a la Santa Muerte más visitados del país, que se encuentra en el barrio de Tepito, conocido por su vibrante cultura como por las duras realidades que enfrentan sus habitantes. Doña Queta, reconocida como la guardiana de la Santa Muerte, ha regalado figuras de la “Niña Blanca” a muchas mujeres trans, reconociendo la conexión espiritual que existe entre ellas y la deidad.
A este altar acuden devotas y devotos a pedir favores relacionados con la salud, el amor, el dinero o la justicia. Llevan figuras para ser bendecidas, cumplen mandas (promesas ofrecidas a cambio de milagros) y muchas veces recorren de rodillas la pasarela que lleva al altar principal. Durante las celebraciones, se levantan altares improvisados a lo largo de la calle, donde se reparten dulces, estampillas, tragos, comida, cigarrillos y otros objetos en señal de gratitud.
Con el tiempo, estos registros se expandieron también a otros territorios: las esquinas donde trabajan mujeres trans dedicadas al trabajo sexual, y los espacios íntimos de sus vidas, sus hogares, sus altares personales que construyen para sentirse protegidas. La Santa Muerte está presente en su vida diaria, sin preguntas ni juicios, acompañándolas en cada paso.

- Figura de la Santa Muerte embarazada, que representa la dualidad entre la vida y la muerte. Pertenece a Danielle, quien la adornó con cristales. Esta figura fue un regalo de Doña Queta.




- La mano de Lita sostiene la figura de la Niña Blanca, mientras la Santa Muerte la sostiene a ella en un vínculo íntimo de fe y protección. Sus uñas son un reflejo de su identidad femenina.